jueves, 13 de septiembre de 2007

La mujer que soy

Eterna Gioconda que logra definir quien soy, como soy, como siento... las eternas contradicciones de las mujeres que tratamos de salir adelante en una sociedad machista que nos indica el camino y donde el feminismo es nuestra bandera eterna, donde las decisiones de nuestra vida se basan en la necesidad imperante de imponernos y de luchar contra la corriente no importando las consecuencias y manteniendo nuestra frente en alto, aunque a veces... sea un proceso doloroso y resbaladizo.

No Me Arrepiento de Nada
No me arrepiento de nada
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido; 


las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.

Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.

En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.

No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.

Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.


Gioconda Belli

1 comentario:

Analistas Independientes de Guatemala dijo...

Indudablemente, ser mujer en una sociedad tradicional es todo un reto, y el texto de Gioconda Belli asi lo atestigua. De hecho, esta sociedad de hombres tradicionales es paradojica, porque muchos hombres buscan a las mujeres mas inteligentes, recias y originales (que rompierom moldes, como tu), y cuando se hacen pareja de esas mujeres, irremediablemente inician el proceso de "colonizacion", para que en casa asuman el papel opuesto.
Y es que la pareja se funda sobre esa desigualdad hombre/mujer, por eso, la mujer profesional parece andar siempre en busca ...
No claudiques, mi querida Aixa.